miércoles, 30 de junio de 2010

un regalo




Desconozco cómo se pronuncia y no podría escribirla con mis propios dedos. No sé cómo se lee -quiero decir en qué dirección debe desplazarse la mirada para comprenderla-, ni tampoco si alguien la usa en algún momento de su vida chinamandarina para decir algo muy chinomandarín.

Una noche sucedió: un buen amigo que eligió renacer en Pekín, en medio de una acalorada y amena discusión electrónica sobre el ser mexicano en otro planeta y el futuro ficticio (imagínense nomás), me mandó una palabra que, dijo, me encantaría.

Y de pronto apareció esto en mi pantalla:


留鸟

¿Qué es? ¿Cómo es? ¿Cuál o dónde es? Mi amigo respondió, desde el más allá, de la China, en su computadora:

"Esta palabra significa 'sacar a un pájaro en una jaula en las mañanas sin que se dé cuenta para después mostrarle la naturaleza.'"

-¿Es una palabra? "Sí".
-Gracias. "De qué".
-De nada. ("onomatopeya de risa tímida")

De nada, sólo un mundo que se me revela:

Un hombre viejo, puede que viudo, preocupado por sus ahorros y por su avechucha -vieja también-, se levanta muy temprano y, antes que nada, revisa si está bien cubierta la jaula en que duerme su clavecín enplumado. Se viste. Toma la cárcel del volador con su mano izquierda y la levanta sin hacer mucho alboroto con el movimiento, para no molestar al ave que regurgita mientras sueña con el mar del que le ha hablado el hombre, sin darse cuenta, como todos los días, del mecanismo que hace posible el milagro:

El hombre viejo sale de su casa y camina de puntitas cerca de 3 kilómetros, donde ya no hay personas, edificios, ni tránsito de automóviles. El pájaro duerme aún. Deposita el presidio portátil, el hombre, sobre la misma roca que espera con ansias, desde hace 6 años, este diario acontecimiento. El viejo sonríe y lentamente jala la manta oscura que cubría la habitación de su pájaro, dejando que la brisa más tierna de la mañana se cuele entre los barrotes de la jaula y acaricie al alado, que despierta al sentir sobre su pico gris la luz del sol, al mismo tiempo que un vientecillo curioso se le cuela por su timón y lo pone tan vivaz como para resolver 9 ecuaciones de segundo grado de un jalón, y con la misma ilusión renovada mil veces: contemplar lo que el viejo dice es la naturaleza.

Dos minutos.

Luego de vuelta al oscuro callejón donde habitan, lleno de gritos y humo de rosticerías. A comer, silbar y cagar todo el día. Pasar horas en su calabozo de luz elaborando saltos cortos que mantengan bien ejercitadas sus enclenques patitas, para estar en buena condición dentro de su jaulita de aleación de cobre, contemplando al viejo que tose y tose sin dejar de mirarla, de acariciar su plumaje, su cresta.

Cae la noche y ambos, emocionados, se alistan para, por un lado, jugar a engañar y, por otro, jugar a ser engañado hermosamente al amanecer de otro día.

留鸟

(La imagen mostrada arriba es una escultura en bronce coloreado de Joan Miró, llamada La caricia de un pájaro, y data de 1967. Se encuentra en la Fundación Miró, en Barcelona.)


un momento: el whisky

Antes de septiembre de 1939, es decir, antes del inicio de este mundo, James Joyce publica su última obra: el Finnegan’s Wake, una catedral aún lo bastante inaccesible, sin embargo, uno de los cónclaves centrales que se deja ver –si es que los hay y si es que se deja ver- es el whisky.


El protagonista de este texto, Finnegan, es un colosal mito irlandés y un personaje popular de una canción irlandesa que recorrió las calles de New York. Este hombre-símbolo muere al caer de una escalera, pero revive mientras le vacían un galón de su bebida predilecta, el whisky, en su velorio al que asiste nadie, es decir todo el mundo.


lunes, 21 de junio de 2010

autorretrato 1

AUTORdTRATO

ARIA

Pra-xe-dis Gil-ber-to Ra-zo Ru-íz, Paraccedis Gilverto Raaazo Ruízzz: ruido soy hombre que no se baña a diario por costumbre rara, sediento avaricioso de mentira y grandes hazañas que han ocurrido.

VARIACIÓN 1

Praxedis he sido un nombre raro en este mundo, largo y accidentado, protector de nada y cuidadoso buscador de lo que no hace falta ya. Gilberto tengo mi infancia y todas sus metamorfosis, a veces, desconocidas, de las que ya no se sabe que esconden bajo sus dos brazos guangos que le han legado al cuerpo. Razo he pagado impuestos y pasado lista toda mi vida, Razo he visto crecer el mundo, mientras se ensancha, Razo he viajado tras de Razos sueltos y he aprendido a visitar, a no hacerme, incluso, responsable. Ruíz he sido mi nostalgia, mi no saber cómo decir, mi ir e ir e ir e ir, mi cantar y silbo es por lo mismo, y de todos mis apellidos es el más corto, aunque misteriosamente –y a razón de reglas gramaticales que también soy- sea del mismo tamaño que todo el resto.

VARIACIÓN 2

Ebrio nocturnante, piropero sin denominación (v)(b)ocal, tribal

encantador presunto de gatos, Praxedis he abandonado a mis hijos, Gilberto los he concebido, Razo los pedezco y Ruíz trate de olvidar.

Ahora perfil en casa nueva, paraíso a medio perder de encontrado, que, con alumbronado escote de los ojos otorgado por jóvenes lámparas, escribo de mi cara con tinta de casa de mi tía Gelo:

CANONE ALL’UNISONO QUODLIBET

ojos he sido desde sexo, nariz he sido del sexo, boca con sexo, oídos para y tacto… desde muy pronto en mí he sido tacto y nadie sino nadie me enseñó a usarlo.

Escucho a Stravinsky por emoción y a Revueltas por devoción paternal.

Todo lo que como viene con la tristeza deslumbrante de la educación sentimental de mi abuela, un rigor amable que también va hacia la cúspide del naso, entrenada por mi madre. Lo que veo y toco sí es mío, eso sí es locas tardes de monólogos juguetes, desmadrugador afán de enamorarme en tiempo descontroladormente; eso sí es mis lecturas que he vivido, mi ciudad desdentada y pasionante transitarla: manos-sur, riñón-orinente, nalgas-ponente, y al norte ya poco lo conozco.

INTERMEDIO DINFINITIVO

Jugar Nintendo en ratos que invento libres. Lanzar correos a la luz de las computadoras. Doler de mi trapecio donde monta mi futuro.

Amar sin locura por haber malcomprendido el ¿qué? Dar vida a palabrerías sin medición consecuencial. Traicionar casi no todo. Herir sin mirar aquí en leer y escribir leer y escribir leer y escribir leer y escribir una plaza de toros y un circo. Una Alesina trato de interpretar en lengua convencida sin soportar. Una película ver: la de mi tradicional fracaso.

VARIACIÓN 3

Praxedis Gilberto Razo Ruíz -que gusta de texturas suaves sobre el pecho pero no en callos, que gusta de animales por inexplicabilidad, que come galletas y dulces como única obediencia, que fornica como si fuera la última vez- es un cúmulo de asuntos pendientes, un simulacro de sí mismo, un dicharacherío al que se le cae el pelo sin remedio, un engaño sudoroso que ostenta caspas al que alguien mira y lee y escribe y lee y escribe y lee y escribe y lee y escribe y lee “afán caduco y, bien mirado” sólo para pensar en este error que se aproxima,


ARIA DA CAPO

es, en fin, un habitante del planeta tierra que de grande quiere tener la misma joroba que su abuelita. Y como de chico quería una robusta barba que ahora ostenta, calcula que será una D MAYÚSCULA en su muerte.


lunes, 7 de junio de 2010

joroba I




Esta selección que hoy comienzo pretende ser una antología literaria de las jorobas, en las que se hallará cobijo, dolor y una firme impostura para hacerle frente a este ajetreado mundo actual. Comienzo con la joroba que desató en mí esta necesidad de hacer un florilegio deforme de las corcovas letradas.

Sobre el fragmento:
Estamos frente al incipiente nacimiento del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, Oskar Matzerath y su tambor de hojalata inventan la historia de Danzig desde su mirada enana e insignificante. De pronto, ambos personajes, se acercan a una tribuna a escuchar lo que tenían que decir los emisarios de una raza soberana.



Löbsack tenía ingenio, sacaba todo su ingenio de la joroba y llamaba a la joroba por su nombre, porque eso siempre gusta a la gente. Antes perdería él su joroba, afirmaba Löbsack, que llegarían los comunistas al poder. Era de prever que no perdería la joroba porque la joroba no se podía mover, y en consecuencia la joroba tenía razón y con ella el Partido... De donde se deduce que una joroba es el fundamento ideal para una idea.

Günter Grass, Die Blechtrommel (1959)