martes, 2 de noviembre de 2010

El largo vuelo palomar

En el número doce de la revista Animalia magazine se ha publicado este deambular bestial, que inaugura una pretensión largamente planeada: crear un

bestiario personal. Aquí presento este vuelo que comienza en la Segunda Guerra

y termina en el desfiguro del gallito inglés en paloma


¿Habrá un animal más significativamente limitado en la cultura occidental que la paloma?

Pronunciamos la palabra y casi se nos aparece “la paz”. De eso es culpable Pablo Picasso, el celebérrimo malagueño que, en 1949, pinta a petición de su amigo

, el poeta Louis Aragon, una litografía definitiva para la historia cultural de esta ave: un perfil (podría decirse, en cinco trazos de tinta china) de una tortolita blanca levantando el vuelo con una pequeña rama de

olivo en su pico (La paloma de la paz).

Luego llegaron los comunistas,

promotores de la imagen colocada en cientos de miles de carteles por toda Europa, queanunciaron de febrero a abril el establecimiento del Congreso de la Paz, organizado por elPartido Comunista Francés, del que eran miembros ambos, Picasso y Aragon. A partir de entonces, esos trazos casi maternales cambiarían la ruta de vuelo de nuestro imaginario de las palomas.

Los antecedentes, siempre en Picasso, serán vastos pero de tal modo moldeados que se nos escapan en un primer vistazo. Quizá la fuente más antigua sea la del Génesis, dondedespués de casi 380 días de diluvio universal, el asombroso ingeniero naval llamado Noé –descendiente de la casta divina, por supuesto-, tiene a bien mandar una paloma que vuelve con una rama de olivo en su piquito a la inconmesurable arca, después del chasco de haber elegido a un condenado cuervo, que volvió enfiestado días después del desembarque.

Ya aquella paloma, pasajera del arca de Noé, había sobrevolado la mitología greco-etrusco-latina. Un pichoncito que revoloteaba o padecía donde se apareciera Venus, representaba el

lado cándido del amor, medio

transfigurado lu

ego en Cupido, el dios del amor inocente y primer vástago venusino. A reservade que Picasso hubiera sido un humanista o un lector de la Biblia, sí devoró con insaciable devoción a los renacentistas italianos, quienes incluyeron en alguna de sus varias

versiones de Venus alguna paloma para resaltar la virtud de la inocencia.

¿Qué mejor símbolo de la paz que la inocencia recuperada? El

tiempo perdido de la generación entre guerras llegaba volando, trayendo en el pico un pedazo de olivo, anunciando la tierra

firme después de la gran inundación bélica que anegó a toda Europa. Llegaba, incluso, rediviva, pues el poeta Guillaume Apollinaire, en sus Caligramas escritos poco antes de morir, en 1918, había publicado uno delos ideogramas literarios más citados, “La paloma apuñalada y el surtidor”, que termina “cae la noche OH mar sangriento / Jardines donde sangra abundantemente la adelfa, flor guerrera” y que sin duda leyó con mucha atención Pablo Picasso antes de mojar el pincel en 1949.

El significado pacifista que Picasso le confeccionó a la paloma fue demoledor y traspasó generaciones. Elia Kazan, director de teatro y cine, le da ese mismo sentido a la paloma en su exitosa película (y declaración ética) de 1954, Nido de ratas (On the waterfront). Marlon Brando vive a Terry Malloy, un boxeador malhadado en el ring de su propia vida, colombófilo aficionado, al que su candidez, desdoblada en un niño que aprende todo lo que sabe el púgil de

las palo

mas, le hace ver más allá de su presunta inocencia en la vida "sindical" de los lúgubres muelles neoyorquinos. La escena: la contemplación mansa y dolorosa de todo su palomar muerto, antes cuidadosamente criado y entrenado para dar servicio postal a la barriada, asesinado por crueles roedores que acorralaron a las aves en su propio nido. Todo era una alegoría doble. Por un lado de lo que a Kazan le había sucedido en su interior, cuando las autoridades le pidieron denunciar a sus colegas comunistas, en su nido, el cine y el teatro. Por otro, el cuadro casi costumbrista de lo que sucedía en EE. UU. ese momento.

Así la paloma milenaria vuela del Congreso de la paz al duro Nueva York macartista con el

mismo cebo: la honradez ante todo, la otra mejilla digna por delante. Y así llegó casi intacto ala moraleja fílmica Gavilán o paloma (1985), película-escarnio que el director Alfredo Gurrola hace de/con José José, donde todo está dicho (“pobre tonto, ingenuo charlatán”) sin olvidar dos tiernos aterrizajes obligatorios:


1. En Viridiana (1961), Luis Buñuel despluma sádicamente, en manos de un pordiosero leproso, a la misma Paloma de la paz que Pablo Picasso inmortalizó y que se ha travestido en el más pútrido franquismo español (“Paloma que vienes del sur/ paloma, palomita…”). La despluma (osados como pocos Alatriste: el productor Alatriste y el realizador) en su propio nido, pues

esta película es la única que Buñuel rueda en la campiña española bajo el ma

ndo de Francisco

Franco.

2. Un equipo multidisciplinario cambió la historia vi

sual de los Juegos Olímpicos, haciendo del cadáver exquisito de la paloma que dejó Buñuel en

el mundo, un nuevo cebo picasseano. Lance Wyman, un influyente diseñador gráfico estadounidense; Peter Murdoch, un diseñador británico de imagen industrial; y los arquitectos mexicanos Pedro Ramírez Vázquez y Eduardo Terrazas construyeron exitosamente la imagen de la Olimpiada de la paz, México ’68. Esta vez la paloma llegaba, ahora trastocada con una estética pophuichola, al escaparate deportivo más importante en el mundo. Los comunistas ya no fueron sus promotores, pero la paloma de la paz volvió a reproducirse cientos de miles de veces en carteles, camisetas, lapiceros, libros, programas de mano, etcétera, como en 1949, pero ahora con el objetivo de masificar comercialmente una idea.


Finalmente la paloma fue derribada en pleno vuelo. Y el tiro de gracia se lo tuvo que dar otro pintor ¡y jalisciense!: Juan Soriano, un minucioso detractor de Picasso, que en 1990 imagina, esculpe y escandaliza al público con su pieza La paloma, un bronce negro de 4 toneladas y 6 metros de alto, dispuesto a la entrada del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, MARCO –después codiciada y varias veces reproducida sin -valga la expresión- tapujo alguno.



La paloma de la inocencia venusina, la divina antediluviana, la que consagraron con maestría

los pintores italianos, la ideografía simbolista de la noche de principios del siglo XX, la del despertar social, el comercio de las almas deportivas, la del revés macartista y la muerte asquerosa buñueleana; la paloma de la paz utópica y manipuladora ahora está condensada en una mueca sexual titánica, humorística y sensible, menuda y grotesca a la vez.

La paloma de Soriano es incómoda porque no vuela ni trae la paz, pero no lo necesita, sus eternas cualidades (la inocencia, la paz) son vistas desde otro punto de vista, uno más honesto, más mundano, procaz. A Juan Soriano le encantaba llamar a su escultura “La faloma” mientras se reía, el sinvergüenza, de su magna obra.


jueves, 26 de agosto de 2010

joroba III, el Misterio



César Vallejo publicó, gracias a los entusiasmos y un poco del dinero de Antenor Orrego -un filósofo y periodista peruano de nombre muy misterioso que quiso conformar una Bohème en Lima-, Los heraldos negros en 1919 con muchos y demasiados problemas financieros... Es decir, casi no publica esos heraldos ni nada. En fin, sólo los críticos lo leyeron y comenzaron a tender sus puentes desfachatados con el simbolismo, el dolor andino y otras desfachatanerías posibles y probables (aquí no desmentiré nada de nadie). No importa.

Al final de ese poemario, largo, gozoso, firme y cansado, está un título muy sobado por su autor -lo podría apostar sentado, con el poema terminado, pensando con su lápiz tamborileando en el papel, desarrollando líneas inconexas de palabras mientras escuchaba hablar a un loro vecino-, pero muy secreto para todos: "Espergesia", del que se ha dicho mil y una extravagancias: que si esperma, que si genética, incluso en inglés la interpretan como "the addition of words to clarify meaning". No importa.

Dentro de ese poema hay preciosuras tales como un dios enfermo, una esfinge preguntona, algunos años acumulados, un vacío de aire metafísico, una flor de fuego, vida, muerte, lindes y Lindes (Llindes en asturiano, una parroquia construida en honor a santo Tomás, en la que viven no más de 75 personas, según censos muy serios en Asturias) y un puñado de luyidos vientos. No importa.

Lo que aquí mencionaré, dándole cierta importancia, es que hay una pequeña joroba "musical y triste" que define y nos orienta en el magma milagroso de Vallejo. Es gracias a esa joroba, el Misterio, que sabemos de qué se trata todo.

"Espergesia" es un poema que habla por sí mismo hermosamente. Me atrevo a desmenuzarlo de manera espantosa para revelar la importancia de la jorobita:

Yo, poema, nací un día que Vallejo, mi Dios particular, estuvo enfermo... grave. Tengo un aire metafísico que no me hallo. Hermano, lector, escucha, todos saben que mastico con mis versos chirriantes, que vivo sin acompletarme nunca y mientras me escriben alumbro poco y ensombrezco demasiado a quien me lea y crea. El Misterio es mi final, porque no puede ser, sencillamente es un paso sobre un posible límite que además es infinitamente imposible, como ir de la linde de una hoja a una parroquia lejana que nadie recordará jamás. El Misterio es la joroba, el hemistiquio y los acentos, la cara ortográfica avejentada e inútil, la regla y la sílaba, la esclavitud de la inspiración que denuncia -miradlo todo, ningún hermoso final- el delgado paso de la muerte entre lo físico y lo espiritual. La joroba es la que me ata y me materializa y hace posible tu largo suspirar al verme, al sentir que sientes, al creer que entiendes si me lees, al saber que lo sabes, es el laboratorio de la alquimia poética.

No importa. Es parte de esta intensa antología y el Divino César Vallejo tiene la palabra:

Espergesia



Yo nací un día 

que Dios estuvo enfermo.



Todos saben que vivo, 

que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.

Pues yo nací un día 

que Dios estuvo enfermo.



Hay un vacío

en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.



Yo nací un día

que Díos estuvo enfermo.



Hermano, escucha, escucha...

Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,

sin dejar eneros.


Pues yo nací un día

que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,

que mastico... Y no saben

por qué en mi verso chirrían,

oscuro sinsabor de féretro,

luyidos vientos

desenroscados de la Esfinge

preguntona del Desierto. 

Todos saben... Y no saben

que la luz es tísica,

y la Sombra gorda...

Y no saben que el Misterio sintetiza...

que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.



Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,

grave.



En la fotografía: César Vallejo sonriente, inédito, brindando por el Misterio en lo que parece ser una fiesta parisina a todo dar.

jueves, 8 de julio de 2010

La visión



al enemigo que se va, puentes de plata


Cuando volviste la prisión creció de nuevo. Ahí donde el estiércol abandonado empezaba a madurar la tierra, ahora ya todos se dan la espalda a todos, la fruta pudrifica, la sangre se corta, se enniebla el horizonte, el tiempo se detuvo.

    De las cavernas más profundas regresaste, animal herido, silencioso, que tanto daño hiciste a los perros más rabiosos: eres el monstruo temible indultado, que respira con trabajos, calculando las ventajas obtenidas por tu dedo inmaculado. Eres la bestia mugrosa que arrastra sus moscas consigo, adentro de tu caparazón dorado, que dejas una baba ácida a tu paso muerto. Tus alas, torpes, con las que nunca has volado, tiran todo en su andar peligroso por el pueblo desierto.

    Enemigo, te acuestas a descansar sobre tu larga cola. Sin vergüenza ninguna defecas y devoras. En tu mente existe la imagen de la victoria absoluta:

    --El amor lo puede todo --, te confortas y te propones dormir, soñando con tus actos más viles, el llanto de los inocentes.

    La gente sale de su casa, comienza a respirar el aliento envenenado de la creatura. No dice nada, se prepara para irse a trabajar. El futuro agarra sus triques y se larga lejos con su modestia inútil.

    Yo odio pero trato de no hacer mucho ruido con la pluma, para no despertárte de tu siesta, visión pestilente.



Nota: la pintura utilizada al principio es de Francisco Goya y se llama La visión fantástica o Asmodea. Este texto pertenece a un cuaderno de notas que data de mi verano de 2009.

jueves, 1 de julio de 2010

joroba II, jo fut tal mudh Alá



Francisco Gabilondo Soler, conocido geógrafo veracruzano y matemático obsesivo; tomado como gran astrónomo por construir un observatorio con sus propios medios en Tultepec para las prácticas de los aficionados de la Sociedad Astronómica Mexicana, de la que fue miembro y generoso benefactor; y buscado por el Colegio Nacional debido a su calidad de políglota empedernido, compuso, inducido por el genio del insecto ortóptero (conocido como Cri cri) que le cantaba las canciones, hacia finales de los años 50 una fantasía arabesca que siempre merece la pena apreciarla hasta sin la extraordinaria composición musical, que engalana desde ahora esta antología malpuesta:


Por el desierto / un pobre camello pasó, / "jo fut tal mudh, Alá".

Iba sediento, cansado, / muerto de calor, /"mar fah geet, Marajhá".

Pero por suerte no lejos de allí, / unas palmeras lo vieron venir, / y lo llamaron a voces / diciéndole así:

“Si es que tú quieres beber, / si tú quieres descansar, / pues no dejes de venir acá. /fiu fiu / Además has de saber / que te quiere conocer / cuanto antes nuestro Gran Sultán: / solitario y quejumbroso / el turbante lo fatiga, / pues no tiene más negocio / que rascarse la barriga.”

“¡Jorobita, por favor, / ven a ver al buen Sultán / y aquí ya no tendrás más calor!”

Dando traspiés en la arena / despacio avanzó. / "darmahedd sbahar". / Iba sacando la lengua, / y se tambaleó… "Aleh bani fari jafat sija reb Spareb jarabtttt"

Y las palmeras, a todo correr, / desde el oasis salieron por él, / pues el cansado camello se iba a caer.

A la sombra del jardín / el sultán Baluk Salim / en la boca le sirvió un ice cream. / El desmayo fue fugaz, / y el camello muy voraz / despertó para pedirle más.

“Como a mí me sobra esbacio, / si usted quieres consentir, / te regalo mi balacio / todo entero bara ti.”


Y a la diestra del sultán, / sentadito en un diván, / Jorobita se quedó a vivir.


"Jorobita". Más canciones del Grillito Cantor, 1958.



miércoles, 30 de junio de 2010

un regalo




Desconozco cómo se pronuncia y no podría escribirla con mis propios dedos. No sé cómo se lee -quiero decir en qué dirección debe desplazarse la mirada para comprenderla-, ni tampoco si alguien la usa en algún momento de su vida chinamandarina para decir algo muy chinomandarín.

Una noche sucedió: un buen amigo que eligió renacer en Pekín, en medio de una acalorada y amena discusión electrónica sobre el ser mexicano en otro planeta y el futuro ficticio (imagínense nomás), me mandó una palabra que, dijo, me encantaría.

Y de pronto apareció esto en mi pantalla:


留鸟

¿Qué es? ¿Cómo es? ¿Cuál o dónde es? Mi amigo respondió, desde el más allá, de la China, en su computadora:

"Esta palabra significa 'sacar a un pájaro en una jaula en las mañanas sin que se dé cuenta para después mostrarle la naturaleza.'"

-¿Es una palabra? "Sí".
-Gracias. "De qué".
-De nada. ("onomatopeya de risa tímida")

De nada, sólo un mundo que se me revela:

Un hombre viejo, puede que viudo, preocupado por sus ahorros y por su avechucha -vieja también-, se levanta muy temprano y, antes que nada, revisa si está bien cubierta la jaula en que duerme su clavecín enplumado. Se viste. Toma la cárcel del volador con su mano izquierda y la levanta sin hacer mucho alboroto con el movimiento, para no molestar al ave que regurgita mientras sueña con el mar del que le ha hablado el hombre, sin darse cuenta, como todos los días, del mecanismo que hace posible el milagro:

El hombre viejo sale de su casa y camina de puntitas cerca de 3 kilómetros, donde ya no hay personas, edificios, ni tránsito de automóviles. El pájaro duerme aún. Deposita el presidio portátil, el hombre, sobre la misma roca que espera con ansias, desde hace 6 años, este diario acontecimiento. El viejo sonríe y lentamente jala la manta oscura que cubría la habitación de su pájaro, dejando que la brisa más tierna de la mañana se cuele entre los barrotes de la jaula y acaricie al alado, que despierta al sentir sobre su pico gris la luz del sol, al mismo tiempo que un vientecillo curioso se le cuela por su timón y lo pone tan vivaz como para resolver 9 ecuaciones de segundo grado de un jalón, y con la misma ilusión renovada mil veces: contemplar lo que el viejo dice es la naturaleza.

Dos minutos.

Luego de vuelta al oscuro callejón donde habitan, lleno de gritos y humo de rosticerías. A comer, silbar y cagar todo el día. Pasar horas en su calabozo de luz elaborando saltos cortos que mantengan bien ejercitadas sus enclenques patitas, para estar en buena condición dentro de su jaulita de aleación de cobre, contemplando al viejo que tose y tose sin dejar de mirarla, de acariciar su plumaje, su cresta.

Cae la noche y ambos, emocionados, se alistan para, por un lado, jugar a engañar y, por otro, jugar a ser engañado hermosamente al amanecer de otro día.

留鸟

(La imagen mostrada arriba es una escultura en bronce coloreado de Joan Miró, llamada La caricia de un pájaro, y data de 1967. Se encuentra en la Fundación Miró, en Barcelona.)


un momento: el whisky

Antes de septiembre de 1939, es decir, antes del inicio de este mundo, James Joyce publica su última obra: el Finnegan’s Wake, una catedral aún lo bastante inaccesible, sin embargo, uno de los cónclaves centrales que se deja ver –si es que los hay y si es que se deja ver- es el whisky.


El protagonista de este texto, Finnegan, es un colosal mito irlandés y un personaje popular de una canción irlandesa que recorrió las calles de New York. Este hombre-símbolo muere al caer de una escalera, pero revive mientras le vacían un galón de su bebida predilecta, el whisky, en su velorio al que asiste nadie, es decir todo el mundo.


lunes, 21 de junio de 2010

autorretrato 1

AUTORdTRATO

ARIA

Pra-xe-dis Gil-ber-to Ra-zo Ru-íz, Paraccedis Gilverto Raaazo Ruízzz: ruido soy hombre que no se baña a diario por costumbre rara, sediento avaricioso de mentira y grandes hazañas que han ocurrido.

VARIACIÓN 1

Praxedis he sido un nombre raro en este mundo, largo y accidentado, protector de nada y cuidadoso buscador de lo que no hace falta ya. Gilberto tengo mi infancia y todas sus metamorfosis, a veces, desconocidas, de las que ya no se sabe que esconden bajo sus dos brazos guangos que le han legado al cuerpo. Razo he pagado impuestos y pasado lista toda mi vida, Razo he visto crecer el mundo, mientras se ensancha, Razo he viajado tras de Razos sueltos y he aprendido a visitar, a no hacerme, incluso, responsable. Ruíz he sido mi nostalgia, mi no saber cómo decir, mi ir e ir e ir e ir, mi cantar y silbo es por lo mismo, y de todos mis apellidos es el más corto, aunque misteriosamente –y a razón de reglas gramaticales que también soy- sea del mismo tamaño que todo el resto.

VARIACIÓN 2

Ebrio nocturnante, piropero sin denominación (v)(b)ocal, tribal

encantador presunto de gatos, Praxedis he abandonado a mis hijos, Gilberto los he concebido, Razo los pedezco y Ruíz trate de olvidar.

Ahora perfil en casa nueva, paraíso a medio perder de encontrado, que, con alumbronado escote de los ojos otorgado por jóvenes lámparas, escribo de mi cara con tinta de casa de mi tía Gelo:

CANONE ALL’UNISONO QUODLIBET

ojos he sido desde sexo, nariz he sido del sexo, boca con sexo, oídos para y tacto… desde muy pronto en mí he sido tacto y nadie sino nadie me enseñó a usarlo.

Escucho a Stravinsky por emoción y a Revueltas por devoción paternal.

Todo lo que como viene con la tristeza deslumbrante de la educación sentimental de mi abuela, un rigor amable que también va hacia la cúspide del naso, entrenada por mi madre. Lo que veo y toco sí es mío, eso sí es locas tardes de monólogos juguetes, desmadrugador afán de enamorarme en tiempo descontroladormente; eso sí es mis lecturas que he vivido, mi ciudad desdentada y pasionante transitarla: manos-sur, riñón-orinente, nalgas-ponente, y al norte ya poco lo conozco.

INTERMEDIO DINFINITIVO

Jugar Nintendo en ratos que invento libres. Lanzar correos a la luz de las computadoras. Doler de mi trapecio donde monta mi futuro.

Amar sin locura por haber malcomprendido el ¿qué? Dar vida a palabrerías sin medición consecuencial. Traicionar casi no todo. Herir sin mirar aquí en leer y escribir leer y escribir leer y escribir leer y escribir una plaza de toros y un circo. Una Alesina trato de interpretar en lengua convencida sin soportar. Una película ver: la de mi tradicional fracaso.

VARIACIÓN 3

Praxedis Gilberto Razo Ruíz -que gusta de texturas suaves sobre el pecho pero no en callos, que gusta de animales por inexplicabilidad, que come galletas y dulces como única obediencia, que fornica como si fuera la última vez- es un cúmulo de asuntos pendientes, un simulacro de sí mismo, un dicharacherío al que se le cae el pelo sin remedio, un engaño sudoroso que ostenta caspas al que alguien mira y lee y escribe y lee y escribe y lee y escribe y lee y escribe y lee “afán caduco y, bien mirado” sólo para pensar en este error que se aproxima,


ARIA DA CAPO

es, en fin, un habitante del planeta tierra que de grande quiere tener la misma joroba que su abuelita. Y como de chico quería una robusta barba que ahora ostenta, calcula que será una D MAYÚSCULA en su muerte.


lunes, 7 de junio de 2010

joroba I




Esta selección que hoy comienzo pretende ser una antología literaria de las jorobas, en las que se hallará cobijo, dolor y una firme impostura para hacerle frente a este ajetreado mundo actual. Comienzo con la joroba que desató en mí esta necesidad de hacer un florilegio deforme de las corcovas letradas.

Sobre el fragmento:
Estamos frente al incipiente nacimiento del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, Oskar Matzerath y su tambor de hojalata inventan la historia de Danzig desde su mirada enana e insignificante. De pronto, ambos personajes, se acercan a una tribuna a escuchar lo que tenían que decir los emisarios de una raza soberana.



Löbsack tenía ingenio, sacaba todo su ingenio de la joroba y llamaba a la joroba por su nombre, porque eso siempre gusta a la gente. Antes perdería él su joroba, afirmaba Löbsack, que llegarían los comunistas al poder. Era de prever que no perdería la joroba porque la joroba no se podía mover, y en consecuencia la joroba tenía razón y con ella el Partido... De donde se deduce que una joroba es el fundamento ideal para una idea.

Günter Grass, Die Blechtrommel (1959)


miércoles, 19 de mayo de 2010

Los objetos de una casa





Un hogar mexicano se compone, pruebas remito, de elementos nostálgicos con voz y voto en los roles domésticos. Excepciones habrán que, puntuales y pedantes, confirmen lo dicho.

A la mano, tristes en casa de un determinado y empedernido no fumador, están los ceniceros que tu tía nunca llenó, envueltos cuidadosamente para regalo el día en que avisaste de tu huida –porque uno siempre salió huyendo de las casas que habitó en el pasado. Volteas, y miras de reojo una licorera de tu abuelita –¡ay tu abuelita!-, quien tuvo a bien darte algo que ella ha guardado sin comprenderlo toda su vida en su ropero, junto a la espada del coronel –tu abuelito, siempre se ha entendido así. La jarra de una prima, nuevecita, no vayas a creer. Dos juegos de cubiertos venidos desde alguna de las 234 credencias del Palacio de Invierno sanpetesburgués, que, a través de vericuetos y amoríos de un tronco muy torcido de tu familia, llega a tu minicajón de cocina integral. Hastäi.

Estás comprometido con la Revolución rusa y con tu tía fumarola, sin haberles debido nada, ni para qué, de por vi da. Y esos son elementos nostálgicos, calculo, un tanto ineficientosos, porque siempre te chantajearán cuando trates de deshacerte de ellos. Te escuchan, saben lo que planeas. Todas las tardes se reúnen en asamblea para tratar de recordarte la íntima relación que guardan en tu equilibrio vital nomás.

-Ayer noté, mientras comía, que me miraba con mala fe-, dirá la licorera.

-No debe sorprenderte que así te contemple la creatura- subrayará el cenicero reluciente –pues vacía no debes hacerle mucha gracia.

-Sospechamos que la creatura pretende regalarnos- corales los zaristas. –Habrá que disuadirlo una vez más–erguido el cuchillo de pan más doblado.

Y otra vez la misma historia recorre tu cabeza, atormentándote: mi tía=cigarros; abuelita=llavero de ropero; cubiertos=autocratismo de la Rusia Imperial… Los vuelves a lavar seguro de que adornan bien tu sala-comedor, de que nunca faltará una gran cena digna de grandes domos acebollados.

Pero están los objetos-nostalgia auténticos, los que no necesitan de las palabras “(chillen, putas)” para desatar sus historias, sus recuerdos. Y si es la mesa, noooombre.

Se muere tu tía que hace poco te regaló su mesa, amplia con posibilidades de amplísima, y entonces, redobles niño del tambor, se arranca.

Hecha en la superficie de la albura de un pino noble y sostenida por los durámenes ¿es posible? de la misma nobleza. Crecido en bosques encantados de un mundo que ya no reconoce el triplay.

El tronco fue derribado hermosamente por oficiales leñadores a ritmo marcial, muertos de hambre a ritmo marcial, enterrados en ataúdes de recortes sobrantes de la madera de tercera a ritmo marcial, sustituidos por sus soñolientos hijos a ritmo marcial, hace más de cien años a ritmo marcial, en una época en que la electricidad era un truco de magia para niños.

Las tablas y los polines, no obstantes, aguardaron acaparados a que Oferta y Demanda rompieran la taza. Después fueron tomando forma en casa de un carpintero artista que los acariciaba todas las tardes, antes de dormir, pero después de escuchar lejanas narraciones de béisbol en inglés, por su radio de onda corta.

Fue llamada Mesasevende en una tienda del cuadrante de la Soledad. Todos los paseantes la admiraron crujir y dos enamorados la compraron cuando decidieron salirse de la casa de los papás de él, en donde arrimaditos comían en la cama, su templo.

“Pon la Mesa”, “Limpia la Mesa”, “Recoge la Mesa”, eran los pies para el absoluto protagonismo de este rectángulo que crujía feliz todas las noches. Y nacieron nuevas creaturas: la alimentaron con sus berrinches, la torturaron con cerillos, la tatuaron con cautín, la maquillaron con crayolas, la picotearon con compases… tenía sed y le dieron de beber de vasos rotos.

Desayunaron, comieron y cenaron en La Mesa que crujía feliz no todas las noches hasta que una rata decidió trasnochar su nido debajo del mantel y a la mañana siguiente la aplastaron, a ella y a sus 16 crías, con una caja de herramientas que colocó la creatura hombre antes de ir a trabajar a la fábrica de cartón.

Charco de sangre, chorreadero y musitadero, escandalosos ambos. Se recogió y limpió La Mesa; se talló de nuevo y barnizó a manos de un ebanista que imaginaba idilios de amor bajo el efecto de las resinas y el disolvente. No importó. Ya nadie quiso comer ahí, en la ratoneramesa.

Alcanzó el degrado de estante, rápidamente fue cubierta por objetos chantajistas y todos prefirieron acostumbrar comer parados o en cama, hasta que poco a poco ya nadie comió en casa. Fueron alejándose los hijos; fue muriendo la creatura esposo. La Mesa acabó por estorbar y, despreciada, se quedó en silencio sin la posibilidad de reconocer el día de la noche.

Le salieron manchas y echó raíces en la alfombra hasta que tú le hablaste a tu tía avisándole que huías de tu casa para vivir en otro lado.

-¿Te interesa una mesa para tu comedor?

-Claro.

-Yo te la voy a regalar ahora que la desocupe.

FADE OUT


Tres meses después la mesa ve la luz del día, mientras viaja, tras tumbos, por la gran Ciudad. Llega a la nueva casa, temerosa, avergonzada y angustiada de aparentar todo lo leña que se siente, y es recibida sin grandes pompas. Se desayuna, se come y se cena, ante su indeferencia, pues ya no entiende para qué la usan.

Ya no aguanta ni las tortillas calientes y se sonroja fácil con la resolana de la tarde. No sirve de apoyo y tiende a renga, es inestable y su acabado no pertenece a este mundo. Huele a celulosa al mediodía y a lignina a las cinco de la tarde. No es simpática con las sillas que le rodean, deshace los manteles que la visten, derrama vasos, voltea floreros y, lentamente, cambia de lugar. La inconformista le regresa los infinitos favores a las creaturas. Todo iba mal hasta hoy.

Sin embargo, y todo esto me fue dictado por ella, la noche en que la tía que te la regaló, la enamorada, tuvo a bien morirse, la Mesa ha comenzado a crujir, melancólica, toda su vida y está dispuesta a comenzar una nueva relación con las nostalgias de tu casa –incluyendo a las creaturas.